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Adolescencia temprana

Adolescencia temprana (10-13 años). Esta fase también llamada “pre-adolescencia” se caracteriza por un rápido crecimiento somático y el inicio del desarrollo puberal. Comienza la vida en grupo y la búsqueda de una mayor independencia dentro de la familia.

A nivel cognitivo, aumenta la capacidad de abstracción y la profundidad del pensamiento y, a nivel conductual, predomina la búsqueda de la propia identidad.

Primera adolescencia o preadolescencia

Atrapados entre dos períodos de la vida relativamente definidos y estables, la infancia y la edad adulta, la preadolescencia y la adolescencia asumen todas las características de las fases de transición y desarrollo: incertidumbre, inestabilidad, indeterminación, contradicción….

Preadolesceste pensativo

Mientras que la adolescencia, sin embargo, termina al convertirse en adulto, el ciclo de la preadolescencia genera otro período extremadamente turbulento y lleno de incógnitas: ésta es quizás una de las principales causas de las dificultades encontradas al intentar analizar y dar sentido a las experiencias y comportamientos de los preadolescentes que lidian con «nuevas» relaciones sociales y nuevos mecanismos internos emocionales y cognitivos.

Adolescencia temprana Características

Estos jovenes entre 10 y 13 años de edad:

  • Está buscando su propia identidad.
  • Humor variable.
  • Mayor capacidad para expresarse con palabras.
  • Expresa sus sentimientos por medio de acciones más que por palabras.
  • Concede enorme trascendencia a la amistad.
  • Presta escasa atención a sus progenitores y siendo en ciertos momentos maleducado con ellos.
  • Reconoce los defectos de sus padres y comprende que no son perfectos.
  • Busca nuevas personas a las que amar, además de los padres.
  • Tiende a mostrar un comportamiento infantil, especialmente cuando está estresado.
  • Sus intereses y su forma de vestir están profundamente influenciados por el grupo de compañeros.
  • Está «inmerso» en el presente y piensa poco en el futuro.
  • Su eficiencia y eficacia en sus tareas suele mejora.
  • Las chicas se desarrollan antes que los chicos.
  • Participa en actividades de grupo principalmente con amigos del mismo sexo.
  • Muestra cierta timidez y modestia, y se sonroja con facilidad.
  • Trata de mostrar sus cualidades.
  • Se vuelve más reservado.
  • Tiene experiencias con su propio cuerpo (masturbación).
  • Se preocupa si ciertos detalles de su aspecto físico o un determinado comportamiento no parecen estar en la norma.
  • Desafía las reglas y se pone a prueba para medir sus límites.
  • Tiene experiencias ocasionales con los cigarrillos, el alcohol y la marihuana.
  • Desarrolla en gran medida la capacidad de pensamiento abstracto

En este período de la vida, que para el preadolescente coincide más o menos con el paso de la escuela primaria a la secundaria, el cuerpo comienza a ser habitado por nuevos impulsos y ya no se experimenta como un cuerpo biológico, sino como un cuerpo acogido en la red de gestos y palabras que, con su presencia o ausencia, lo han marcado y significado como tal: el cuerpo impone así una urgencia propia, y el preadolescente se enfrenta al encuentro con la sexualidad.

En el ámbito de la escuela y social en general, el saber adquiere un nuevo significado. El preadolescente está llamado a lidiar con un conocimiento específico que pone en segundo plano el nivel relacional y afectivo: la escuela se convierte cada vez menos en una extensión de la familia y pide al chico/a manifestaciones cada vez más articuladas y complejas.

Preadolescente en la escuela

Si comparamos los conocimientos que tenemos sobre la infancia con los relativos a la preadolescencia, estos últimos están ciertamente más en la sombra.

Todavía sabemos poco y el objeto de estudio es difícil de captar: los preadolescentes de hoy, productos de una sociedad que cambia continuamente e hijos de padres que han abandonado sus roles tradicionales y han cambiado la dinámica familiar, es diferentes a los de hace unos años.

por lo tanto, más allá de los fenómenos «históricos» y recurrentes que preocupan y han preocupado a todas las generaciones de preadolescentes, existen especificidades propias de los chicos y chicas de nuestro tiempo: Un estado generalizado de ansiedad y preocupación por parte de los adultos (padres, profesores, trabajadores sociales, monitores deportivos etc.) es la consecuencia más común de esta condición de «ignorancia» sobre los preadolescentes actuales.

Entender a un preadolescente. Consejos

La primera reacción es de desconcierto. ¿Qué está pasando? ¿Dónde está mi niño cariñoso y alegre y quién es este cascarrabias malhumorado? La segunda es la frustración.

Todo lo que ha funcionado hasta ahora en la relación con él o ella se encuentra con un inesperado muro de hostilidad y rechazo. De repente, los niños se acuestan como niños y se despiertan como personas diferentes, irreconocibles para los ojos desconcertados y confusos de sus padres.

 Es el comienzo de la preadolescencia. Un limbo de tres a cuatro años (entre los 10 y los 14 años) en el que todo niño intimidado cuando termina el ciclo de la escuela primaria y se abre de par en par la puerta de la escuela secundaria. Desarmados y con pánico, las madres y los padres imploran un libro de instrucciones.

Los comportamientos que observas en tu hijo/a (mal humor ante la familia, búsqueda de aislamiento en su habitación, inmersión en la música, cambio de actitud hacia el colegio, primeras experiencias amorosas) son claros signos de preadolescencia.

Un periodo difícil para ellos

Es un periodo de transición en el que se producen paulatinos cambios físicos, mentales y psicológicos con ritmos personales y diferenciados, en el que se despiertan nuevas emociones e impulsos, en el que cambia progresivamente el sentido de las relaciones con la familia, la escuela y los amigos.

 En el que se está como suspendido, incierto, entre la identidad de la infancia, que ahora se deja atrás, y una identidad futura, atractiva y temible al mismo tiempo, pero todavía indefinida y difícil no sólo de vivir sino incluso de imaginar.

Preadolescentes en maquina de balanceo para niños
Preadolescentes en maquina de balanceo para niños

 Significa ser, infante y adulto a la vez sin serlo realmente. Esta es una condición que genera incertidumbres, inseguridades y ansiedad. Los preadolescentes se preguntan todos los días sobre quiénes son, en quiénes se convertirán, sobre su propia imagen, sobre los cambios físicos y psicológicos que sienten en sí mismos sin poder tener, durante mucho tiempo, una imagen clara y estable de sí mismos y de su nueva identidad.

No te contengas, no te anticipes

Tienen nostalgia de su infancia y siguen necesitando seguridad y protección, pero sienten un fuerte deseo de emancipación, libertad, redefinición de la familia y otras relaciones, exploración de nuevas formas de ser.

Podemos observar en ellos actitudes regresivas, de ilusorio refugio en una infancia de la que están saliendo, alternando con comportamientos que en cambio exploran y experimentan nuevas y más evolucionadas formas de ser y relacionarse, en busca de una nueva identidad que durante mucho tiempo permanecerá incierta y confusa antes de estabilizarse.

Comienza un periodo exigente y frágil para tu hijo/a, que requiere toda la atención y sobre todo el respeto a su particularidad. Quiero decir que hay que evitar tanto el rechazo de sus nuevos impulsos evolutivos, es decir, mantenerla en la infancia, como, por otro lado, toda anticipación y aceleración de lo que va a madurar progresivamente, su nueva identidad de adolescente.

Identidad en la adolescencia

Este paso no sólo es difícil para los hijos, sino también para los padres: a los hijos les cuesta entender quiénes son tanto como a los padres les cuesta entenderlos a ellos; los padres se hacen preguntas sobre su comportamiento que ni siquiera los hijos sabrían responder.

Los padres ya no los reconocen al igual que para ellos es una tarea diaria reconocerse en los continuos cambios, físicos, psicológicos, mentales, de gustos y estados de ánimo; tanto los padres como los hijos están desorientados, inseguros, ansiosos.

Adolescente en mural de post-it donde se entrelee «You»

Al igual que a los niños les cuesta dejar la infancia, a los padres no les resulta fácil sustituir la imagen de su hijo por la de una persona nueva, en continua evolución. Y muchas veces ni siquiera les sirve a los padres recordar su propia adolescencia y preadolescencia, porque la de sus hijos es diferente, los tiempos son distintos y por lo tanto cambian las expresiones de los hijos, la forma de atravesar la adolescencia yla complejidad del periodo en el que se encuentran.

Las experiencias en la adolescencia son, por tanto, esenciales para la formación de la personalidad, incluyendo las experiencias de frustración y rechazo por parte de un grupo, un amigo, una pareja... todo sirve para conocerse a sí mismo y empezar a experimentarse: ¿Cómo estoy hecho o hecha? ¿Quién soy realmente? ¿Soy tímido? ¿Soy extrovertido? ¿Soy inseguro? Y si es así, ¿de qué estoy más inseguro? ¿Qué me atrae? ¿Qué tipo de personalidad es la mía? etc…

Son sólo algunas de las preguntas que surgen en esta fase tan delicada, que luego, si alguna vez encuentran una respuesta, contribuirán a crear la propia identidad, el propio Yo.

Pero, ¿Qué es lo que realmente cambia en la vida de un adolescente? No sólo el cuerpo o el estado de ánimo, que se encuentra en una eterna inestabilidad hormonal, en la que todo es amplificado y amplificable: pensamientos, emociones, sensaciones y percepciones, pero también valores, opiniones, deseos.

Por un lado está el impulso de construir, experimentar, involucrarse, por otro lado está la fuerte necesidad de ajustarse al grupo, esconderse y mezclarse, para no ser excluido o considerado un extraño. Una eterna lucha entre estas dos instancias tan fuertes que están naturalmente en conflicto entre sí, precisamente porque están en transformación.

Manténgase cerca sin invadir su espacio

¿Qué puede hacer entonces un padre? En primer lugar, convéncete de que los niños en este periodo tienen una gran necesidad, a pesar de las apariencias, de que sus padres sigan siendo padres.

Padre e hijo preadolescente en el campo jugando

 Entonces hay que estar abierto a la posibilidad y a la capacidad de ser padres diferentes, de desempeñar el papel de forma distinta, porque el niño cambia, tiene características y necesidades educativas diferentes.

Respetar este periodo concreto, entender que es una fase de transición necesaria que tiene sus características particulares y específicas, a las que hay que responder de forma adecuada: no es «una enfermedad para esperar que pase», es un periodo que nos pide nuevas formas de ser padres.

Tenemos que comunicar:

  • Más con gestos concretos que con palabras.
  • Hacerles entender que somos conscientes de los cambios, que los acogemos, quizá con dificultad, pero que entendemos su significado.
  • Tenemos que transmitir confianza en ellos, en lo que se están preparando para ser.
  • Es importante estar ahí, estar siempre disponible para hablar con ellos, observarles y escucharles.
  • Velar también por sus experiencias, en el sentido de estar atentos a cómo viven, cómo son, pero sin invadir su espacio, sin pensar en controlar todo lo que hacen, sin sustituirles en sus elecciones.
  • También es necesario mostrar interés por lo que hacen y estar dispuestos a hablar de ello sin exigencias apremiantes, estimulándolos a ser activos, a experimentar en diversos campos, apoyándolos, reconociendo sus éxitos, ayudándolos a aceptar los fracasos.

En definitiva, dejándoles la posibilidad de experimentar, de probar, y por supuesto de equivocarse, porque los pequeños errores, las pequeñas transgresiones, los fracasos forman parte del crecimiento.

Preadolescencia y adolescencia. Una etapa larga

Adolescente pensando a que dirección dirigir su vida

Los cambios y las dificultades del crecimiento durarán mucho tiempo: es importante que los padres se preparen para un camino, para una evolución, que sepan esperar con confianza, que no esperen soluciones rápidas, cambios definitivos, estructuras estables, y que transmitan a sus hijos la capacidad de esperar y confiar.

 Estar ahí, hablar cuando sea posible, estar dispuesto a escuchar, seguir supervisando las normas de comportamiento, los límites y los criterios de elección, apoyarles en su autoexperimentación, anotar y comentar sus nuevas capacidades y potencialidades me parecen las indicaciones esenciales.

Os dejamos por aquí un artículo con más consejos para saber cómo debéis dialogar con ellos y mantenerlos con buena autoestima a vuestros hijos/as adolescentes.