Establecer límites con los adolescentes
«Dios amaba a los pájaros e inventó árboles. Los hombres amaban a los pájaros e inventaron las jaulas”.
Esta cita, de Jacques Deval, lo resume bastante bien. El deseo humano de imponer límites es completamente natural y, en su mayor parte, habitual. En realidad, nunca podemos tomar las decisiones de los demás, pero al tratar de mantenerlos a salvo, intentamos reducir sus opciones eliminando las que no aprobamos, creando así el límite. Esta protección se manifiesta dando correas a nuestros perros, cuencos a nuestros peces y toques de queda a nuestros hijos… con las mejores intenciones, por supuesto. En pocas palabras, queremos cuidar de los que amamos. Ya sea que este impulso provenga de la naturaleza o del instinto, su resultado final es siempre el mismo.
¿No me crees? Toma una luciérnaga. Cuando encontramos uno, pequeño y vulnerable contra la oscuridad del cielo, nuestro primer pensamiento es separarlo de lo desconocido y guardarlo en un frasco. El mundo es demasiado grande y demasiado peligroso para dejar ir a la pequeña luciérnaga, así que la mantenemos con nosotros, a salvo en nuestra posesión y poder. Hacemos agujeros en la tapa del frasco porque no queremos cortar el suministro de oxígeno. Pero al mismo tiempo, tampoco estamos listos para dejarlo salir al aire libre. Sin embargo, aquí está el problema: el hecho de que la luciérnaga todavía esté respirando no significa que no se sienta sofocada.
Responsabilidad por los adolescentes: establecer nuestros propios límites
En mi vida, los límites impuestos por otros nunca han sido un problema. Esto se debe a que soy mi peor enemigo. Me doy cuenta de las consecuencias de mis acciones. Nadie necesita verificar mis calificaciones porque me doy cuenta de la importancia de trabajar duro para mí, no para nadie más. No tengo hora de acostarme ni toque de queda porque mis padres asumen que llegaré a casa a una hora razonable o llamaré si se hace tarde. Sé quiénes son mis amigos y con quién debería pasar mi tiempo. Puedo monitorear mi propia nutrición y ejercicio. Soy cuidadoso con el dinero, aunque no sea mío, y por eso me lo confían. Actuar de manera responsable evita por completo el problema de establecer límites; es la mejor manera de vivir.
Al final, un límite para mí es como una cerca. Una vez que está configurado, hay poco espacio para excepciones. Si no te gusta la restricción, buscarás a propósito un agujero en esa valla y, cuando encuentres uno, harás todo lo que esté a tu alcance para pasar al otro lado. Sé dónde debe estar mi cerca. Aunque hago todo lo posible para mantenerme a salvo dentro de sus fronteras, es bueno saber que soy lo suficientemente confiable como para prescindir de él.
Entonces, como dice Deval, está en nuestra naturaleza enjaular y contener a los ‘pájaros’ en nuestras vidas. Esta acción los mantiene a salvo, pero también evita que vuelen. Creo que aunque algunos sí necesitan límites, si enseñamos a los niños a tomar decisiones responsables, podemos deshacernos de la jaula y dejarlos volar sabiendo que no se aprovecharán de sus alas.

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